El portaaviones tóxico que nadie quiere pone rumbo al Mediterráneo

El portaaviones Clemenceau, anteriormente conocido como buque de guerra francés Foch, y más recientemente llamado São Paulo tras ser adquirido por el Ejército del país en el año 2000, acaba de emprender su último viaje. El pasado viernes comenzó su travesía hasta Turquía desde tierras brasileñas, y cuando llegue, aproximadamente en un mes, será desguazado. Grupos ecologistas de todo el mundo han catalogado los planes de exportación y eliminación de Brasil en Turquía como ilegales e inseguros.

Estas ONG piden al gobierno de Emmanuel Macron que asuma su responsabilidad con el barco, para poder dirigirlo a una planta de residuos que sea segura y legal, tal y como hizo ya el país galo con el transporte de su embarcación gemela Clemenceau en 2006. Por aquel entonces y tras quedar inservible, Francia tenía intención de enviarlo a la India para desguazarlo, pero tras admitir que la exportación era ilegal según el reglamento de envío de residuos de la UE, el presidente de la época, Jacques Chirac, ordenó su regreso a Francia.

«Lamentablemente, la historia se repite. En 2006, el Tribunal Supremo indio y el Consejo de Estado francés exigieron a Francia que tuviera en cuenta el derecho internacional relativo al desmantelamiento del Clemenceau», dijo Annie Thébaud-Mony, de la Asociación Ban Asbestos-France.

Esta vez, según las organizaciones ecologistas, el movimiento del São Paulo de Brasil a Turquía también es ilegal, ya que incumple el Protocolo de Izmir de 1996 sobre movimientos transfronterizos de residuos peligrosos y el Convenio de Barcelona, que no permite la entrada de estos residuos en el mar Mediterráneo a menos que se destinen a un país de la UE para su reciclaje o eliminación. La exportación del barco también incumple el Convenio de Basilea, ya que Brasil no reconoció el Protocolo de Izmir, que impone una prohibición a Turquía y no notificó ni recibió el consentimiento de los posibles estados que encontrará durante su viaje, estos son, España, Marruecos y Reino Unido (por el Estrecho de Gibraltar). Además, las ONG afirman que se sospecha que el IHM (inventario de materiales peligrosos) está subestimado, ya que afirma que los niveles de amianto, placas electrónicas y otros materiales tóxicos están muy por debajo de los que se declararon cuando el Clemenceau fue desmantelado.

En 2000, la Armada francesa vendió el portaaviones São Paulo a Brasil. El año pasado, la marina brasileña decidió desguazar el buque y lo subastó a un astillero turco, Sök Denizcilik and Ticaret Limited. El São Paulo, al igual que el Clemenceau, contiene grandes cantidades de sustancias peligrosas como el amianto, pinturas tóxicas dentro de su estructura, lo que lo califica según el derecho internacional como residuo peligroso y, por lo tanto, sujeto a controles comerciales especiales.

Las ONG alertaron al Ministerio de Medio Ambiente y Urbanización de Turquía y a la Autoridad Competente del Convenio de Basilea de Brasil (Ibama) sobre los riesgos legales, ambientales y de salud relacionados con el desguace de la embarcación en Turquía. Hasta ahora, los dos gobiernos han ignorado las denuncias.

«Lo que Turquía y Brasil están haciendo puede llamarse mejor tráfico criminal de desechos patrocinado por el Estado», dijo Jim Puckett, director de Basel Action Network (BAN). «Hemos citado capítulo y verso de sus violaciones del tratado y, sin embargo, han respondido con el equivalente burocrático de encogerse de hombros», denuncian.