Cómo espantar al fantasma de la Tercera Ola

La prueba no es cada mes ni cada semana sino cada día. Es verdad que durante la Segunda Ola de Covid-19 se ha confirmado en las últimas fechas una cierta tendencia a la mejora, pero muy lenta, demasiado: con guarismos aún altos, tanto en número de infectados como de muertos. Así que la pregunta no es ya si hay un choque entre la recuperación económica y la recuperación sanitaria sino, directamente, sobre la decisión en torno a la Navidad: por lo que tiene de cultura y de tradición, de sentimiento religioso, de momento social.. y de momento comercial: es crucial para fijar el estancamiento o el ritmo en la salida del túnel

La preocupación de los epidemiólogos es ostensible y ya se ha aventurado, según estudios más o menos elaborados, que por la inercia del contacto personal/familiar entre diciembre y enero se duplicará el número de contagios. Suficiente para que las luces rojas permanezcan encendidas. 

Carecería de total sentido levantar las restricciones para favorecer las celebraciones, algo que significaría abrir la puerta de par en par a una Tercera Ola, más feroz si cabe que la que hoy sufrimos. Es precisamente por ello que, independientemente de que hay grupos políticos no especialmente interesados en las fiestas de Navidad -por sus inherentes connotaciones religiosas- deberán imponerse todas las cautelas posibles y todos los límites necesarios para evitar lo que aún es evitable.

No podemos ponernos una venta en los ojos. La transmisión sigue ahí. La llegada de la vacuna está, sí, se la espera, sí, pero su efectividad ni será total, ni inmediata, ni por supuesto cambiará de golpe y porrazo los hábitos que hemos tenido que desarrollar y que tendremos que mantener, incluido el uso de mascarillas. 

Las autoridades sanitarias deben marcar pronto el paso, sin duda, y la sociedad debe estar preparada para responder no con resignación sino con responsabilidad, individual y colectiva.