Asalto al Parlament a las tres

Leopoldo Bonías

Sin duda, una película icónica del cine español de comienzos de la década de los años sesenta fue “Atraco a las tres” , protagonizada entre otros por actores tan conocidos como José Luis López Vázquez, Gracita Morales, Cassen, Agustín González. Un filme que relataba las peripecias en clave de sainete de un grupo de compañeros de trabajo de una entidad bancaria que hartos de la mezquindad de sus sueldos deciden atracar su propio banco.

Al visionar la emisión de las grabaciones de las declaraciones de los detenidos en la denominada “Operación Judas” que planeaban asaltar el Parlamento Catalán tras desarmar y maniatar con bridas a los Mossos de Escuadra entrando por la denominada “puerta ANIMAL” (la que da al zoo) para encerrarse junto a Torra y toda su corte de los milagros durante varios días en la asamblea legislativa catalana y proclamar la independencia , la verdad es que no daba crédito a lo que veía y oía.

Tras unos momentos de asombro, no pude contener la hilaridad al contemplar a unos infelices – los peligrosos terroristas catalanes -  relatando una historia inverosímil con unos argumentos peregrinos. Hasta los apodos que utilizan y que ellos mismos revelan a quién corresponden en sus comunicaciones telefónicas son de traca. Gandalf es el presidente Torra, el que otrora afirmase que los catalanes son una raza superior, mientras que Puigdemont es Lisa, el que les ha hecho creer que gobierna la quimérica República Catalana en el exilio.

 Y es que los paralelismos con los actores del filme son innegables. Al igual que los personajes de ficción que nos presenta José María Forqué en su película, los siete detenidos son chapuceros, torpes, egoístas y mezquinos y su proyecto, como no podía ser de otra manera, no llega a buen puerto. Todos viven plenamente el disparate, un disparate que en el caso real de Cataluña es especialmente no ya patético, sino dramático.

Si en la película  Gracita Morales cobraba un duro a los vecinos por dejarles ver la televisión de su casa, aquí uno de los terroristas comunica por teléfono a su novia para impresionarla y poder acostarse con ella que está metido en algo muy gordo y que le pueden acusar por pertenencia a banda armada y condenarle a muchos años de cárcel.

 El papel de empleado huidizo de Alfredo Landa lo podemos encontrar en el CDR  que en momento de su detención se ofrece a la Guardia Civil a colaborar como confidente. El “experto” en telecomunicaciones de la banda que manifiesta que le propusieron instalar antenas para dotar de Wi-Fi al Parlament mientras duraba la ocupación, dice que eso no lo iba a hacer pero que no dijo que no porque es una persona que no sabe decir no a nadie.

El que tenía que fabricar los explosivos, resulta que no tiene ni idea y va a experimentar para ver si lo consigue como un reto personal consultando internet. Se autodefine como “un autodidacta, una persona cultivada, leída”. Otro se disculpa y pide perdón a los agentes por las horas extraordinarias que han tenido que hacer. No sé si hasta cabría argumentar en su defensa en base a todo lo anterior que aquí la tentativa imposible se presenta con todos sus caracteres.

Sin embargo, después de la chufla,  la mofa y la befa , uno se para a reflexionar y piensa en sus familias, en sus amigos y en ellos mismos ,pues se trata unos ignorantes que envueltos en una atmosfera ficticia creada por personas sin escrúpulos, que sí deberían estar en la cárcel, que taimadamente engañan y utilizan a unos simples como los CDR detenidos y es entonces cuando se te hiela la sonrisa porque son españoles como nosotros  a los que  se les está arruinando la vida. Esto no es una película de Alfredo Landa y Gracita Morales con moraleja y  final feliz. Aquí hay policías y jueces de verdad y un Estado cuya seguridad hay que preservar, una Patria, en suma, cuya integridad territorial no puede peligrar por los intereses de la familia Pujol y de los políticos  del 3%.

Y es que los Tribunales de Justicia, al igual que los soldados españoles  que protagonizan la novela de Benito Pérez Galdós “Trafalgar”, están también para defender a la Patria, que tal como la definía el escritor canario ,  es “el terreno en que ponían sus plantas, el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos, la colonia descubierta y conquistada por sus ascendientes, el puerto donde amarraban su embarcación fatigada del largo viaje, el almacén donde guardaban sus riquezas; la iglesia, sarcófago de sus mayores, habitáculo de sus santos y arca de sus creencias; la plaza, recinto de sus alegres pasatiempos; el hogar doméstico, cuyos antiguos muebles, transmitidos de generación en generación, parecen símbolo de la perpetuidad de las naciones; la cocina, en cuyas paredes ahumadas parece que no se extingue nunca el eco de los cuentos con que las abuelas amansan la travesura e inquietud de los nietos; la calle, donde se ven desfilar caras amigas; el campo, el mar, el cielo; todo cuanto desde el nacer se asocia a nuestra existencia, desde el pesebre de un animal querido hasta el trono de reyes patriarcales; todos los objetos en que vive prolongándose nuestra alma, como si el propio cuerpo no le bastara”.