Un Rey agredido y un gobierno silente

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?”. Es francamente complicado que una persona, como un partido político, responda a una naturaleza distinta de lo que en sí mismo es y de lo que representa. Y en esas estamos en España. Una vez más, pero ahora, paso a paso, camino de una situación límite en numerosas y delicadas esferas.

            Una de ellas es la institucional, con el bochornoso espectáculo que están brindando, siempre que la ocasión lo propicia, las dos cabezas del bigobierno de España. Y la ocasión penúltima ha sido el discurso del Rey.

            Va de suyo que Sánchez no se puede hacer responsable de las enormes sombras que penden sobre la financiación opaca de Podemos antes del crecimiento de este, originalmente, movimiento antisistema. Es evidente que tampoco el PSOE puede ni debe rendir cuentas porque Podemos haya creado, desde las alturas, nada menos que un vergonzante y gravísimo caso de acusación falsa de acoso sexual, en el ámbito político, sin precedentes en nuestra joven historia democrática.

Ahora bien, el gobierno de España es una institución, incluso estando partido en dos como lo está, y como tal institución, unida, compacta, debería actuar ante la Jefatura del Estado.

Que el líder de la coleta (no digamos socios del poder ejecutivo como el proetarra Bildu) se haya descolgado con una réplica abrasiva y destroyer contra Felipe VI no es admisible ocupando éste, como ocupa, la posición de vicepresidente. O no, al menos, siempre que no se dé (y ni se ha dado ni se va a dar) una manifestación de disconformidad de su jefe de filas en La Moncloa.

Dadas las circunstancias, todo parece quedar resumido en un reparto de papeles: una suerte de palo y zanahoria a la Corona entre rojos y morados… y a ver lo que aguanta el heredero.

            Pero, aun así, dada la mendacidad y lo atrabiliario y lo caprichoso de numerosos de los ataques a la Monarquía parlamentaria, y precisamente por ese carácter inmaduro, la institución sobrevivirá -sea el tiempo que sea- pero sin duda a quienes hoy gobiernan España escribiendo cada mañana en renglones torcidos.