Tarazona, el Ecce Homo, Ligüerre de Ara y el Parque Nacional de Ordesa. Leopoldo Bernabeu

Viajar y escribir son fuertes razones para vivir. Poder disfrutar las experiencias en dos ocasiones, cuando la vives y cuando la escribes compartiéndola con los demás. Siempre hemos oído decir a los que años y experiencia nos llevan que no hay nada mejor que viajar, salir de tu entorno habitual, para saborear la vida y comprenderla mucha mejor. Cuánta razón tienen.Después de unos cortos pero intensos días en la casa de ensueño de mi amigo AlbertoJaria, allá por tierras sorianas, y tras haber disfrutado de nuevo de su espectacular entorno, paisajes, rutas y gastronomía, partimos camino de los Pirineos. Y aunque el camino entre ambos puntos no es demasiado largo, hemos decidido vivirlo como destino y no como una ruta de asfalto con un reloj que te marca las horas. 

Ni siquiera emprendemos camino hacia Arnedo como siempre ha sido habitual, sino hacia Tarazona, la comarca del Moncayo frontera natural histórica entre Castilla, Navarra y Aragón. Y allí, en nuestra primera parada, nos encontramos una ciudad medieval que ha sabido a lo largo de los siglos dar una lección de convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes, cuyo resultado disfrutan hoy todos los que la visitan. Subiendo a lo alto de su casco histórico y después de cruzarte con la estatua delCipotegato, la tradición más reconocida de la ciudad, nos asomamos a sus balcones naturales desde donde vislumbramos una panorámica increíble, con una plaza de toros que es espacio monumental. Seguimos nuestro camino no sin antes rendir pleitesía a su más ilustre vecino, el inolvidable actor Paco Martínez Soria.

A pocos kilómetros de allí la carretera nos lleva hasta un lugar emblemático de tierras aragonesas que, en justicia, hay que decir que casi nadie, excepto eruditos de la cultura, se acordaría de él, sino fuera por la ya muy anciana Cecilia Giménez, esa mujer que un día decidió de manera valiente pero sin mucho éxito, ponerse a retocar el Ecce Homo que el pintor valenciano Elías Garcíapintó años atrás en el Santuario de la ciudad. Les hablo de Borja, ¿lo sabían?. Sucedió en Agosto de 2012 y ese año la buena de Cecilia igualó en el ranking de la fama a Messi y aVicente del Bosque. Y en su descargo me apetece aplaudir su valentía, pues aunque estropeó la pintura, la misma no era de gran valor cultural, algo que no digo yo, y en cambio desde entonces son decenas de miles de curiosos llegados desde todos los puntos del planeta los que han ido hasta allí para fotografiarse con lo que de sus buenas intenciones quedó. No hay más que entrar en la Iglesia para ver el resultado de lo que describo, un auténtico santuario en honor a Cecilia es lo que hay allí desde entonces. Hoy esta mujer de casi 90 años vive entre sus vecinos aunque, según me cuentan, ya casi no recuerda nada.

La siguiente idea era parar en Zaragoza pero fue Huesca quien nos hizo un hueco para comer y poder continuar nuestro camino hastaLigüerre, un pueblecito de la comarca de Sobrarbe en pleno Pirineo Aragonés y junto al río Ara, único del Pirineo que permanece virgen. Con sus vistas espectaculares nos acogió para montar el centro de operaciones desde el que seguir conociendo y disfrutando de cada minuto por tan espectacular zona. Sus cuatro calles llenas de casas de piedra del sigo XVII y sus apenas 38 vecinos, nos reciben con los brazos abiertos. ¿Dónde está esa España vaciada de la que tanto hablan los políticos que jamás se han parado a visitar estos lugares?. No existe. Es la España desatendida y maltratada. Así me lo describen todos aquellos que hacen su vida allí.

El bonito pueblo de Torla, final de la carretera por el lado español de los Pirineos, es el destino que elegimos para llegar hasta el Parque Nacional de Ordesa y adentrarnos en el reconocido sendero que lleva hasta la cascada de la Cola de Caballo, tan transitado en verano como peligroso en invierno por la nieve y el hielo acumulado. Y eso fue lo que nos sucedió. Ser gente de costa, de sol y de playa, no nos ayudó. Abrigados pero con falta de material adecuado fue lo que nos impidió llegar hasta el destino deseado, aunque no nos privó de disfrutar durante cinco horas de caminata adentrándonos en el valle y cruzar bosques de pinos, hayas y algún prado con una belleza excepcional, con vistas espectaculares junto a las paredes excavadas por la erosión de un antiguo glaciar. Disfrutar de los saltos de agua y de las cascadas deArripas y del Estrecho, además de llegar hasta las inmensas gradas del Soaso, fue más que suficiente para dar por bueno el día. Pendiente queda no sólo llegar hasta la Cola de Caballo, sino hasta el refugio de Góriz, frontera con Francia, y hacer noche allí. Dicen que es una experiencia sin igual. Esperaremos a que mejore la climatología.

Prometo contaros la experiencia/odisea de nuestro día siguiente por tierras del sur de Francia con visita incluida al Santuario de Lourdes. Y es que los Pirineos son muy grandes y esconden muchas sorpresas.