LA CLASE, UNA NOBLE VIRTUD por José Antonio Carbonell Buzzian

Malos tiempos son los que vivimos ahora. Casi un año desde que comenzase esta brutal pandemia que tantas desgracias ha traído consigo. Si con algo positivo tuviera que quedarme, sería con el gran ejemplo que todo un país ha ofrecido ante esta situación. Nos dijeron que nos quedáramos en casa y así lo hicimos un día y otro día hasta sumar muchos días.

Pero la paciencia ha llegado a su punto más álgido y no podemos más y como de una obra de teatro soez se tratara, la clase política vuelve a dar espectáculo ante un escenario débil, desilusionado y herido de muerte.
Entre bambalinas se ríen a carcajadas de nosotros, creyendo a estas alturas de la función que, nos toman el pelo. Despojados de vergüenza y ciñéndose a un cutre guión, uno tras otro sale a escena a vomitar mentiras que ya no nos duelen, solo producen hastío.
El egoísmo que lleva implícito el cargo, debería ser castigado duramente por la ley; no con sanciones económicas, eso no, sino con inhabilitación del cargo, así serviría como ejemplo al resto de los que viven de este cuento.
No quieren decirnos quién se ha saltado los protocolos de vacunación y se niegan a facilitar nombres, en cambio ofrecen un número de la seguridad social. 
Me quedo huérfano de expresiones para expresar qué es lo que siento. Solo decir que debería existir una vacuna de la verdad y que fuera obligatoria para todos los políticos de este país. Ahí lo dejo.
En lugar de preocuparos en estos momentos de cuál es vuestra imagen en el resto de España, deberíais empezar por decir la verdad a vuestros vecinos. 
La clase ni la da el dinero ni el cargo, con la clase se nace y carecéis de tan noble virtud.
Os da igual el número de muertos, la población anciana y las personas con patologías. Os ponéis el mundo por montera. No sabéis qué significa la palabra dignidad ni conocéis el honor. Sois terriblemente patéticos. Esa es la imagen que sí debería preocuparos ante el resto de la sociedad, porque más bajo no se puede caer. Sois una panda de ineptos. 
José Antonio Carbonell Buzzian