"El Manchester United no participará en la Superliga europea. Hemos escuchado con cuidado la reacción de nuestros aficionados, del Gobierno de Reino Unido y de otras partes interesadas importantes. Seguimos comprometidos con el trabajo a lo largo de la comunidad de fútbol para encontrar soluciones sostenibles a los desafíos de largo alcance que está enfrentado el deporte", rezaba el escueto comunicado que la directiva estadounidense de los 'Red Devils' emitió después de la publicación de la huida de los seis clubes ingleses del torneo revolucionario que les puso en contra a la Premier League, la Federación Inglesa (FA, por sus siglas en inglés), a Boris Johnson e, incluso, a sus propios futbolistas.
Ni una disculpa a sus aficionados. A diferencia de los otros gerentes de conjuntos ingleses implicados en la fundación de la novedosa competición, con especial atención a los del Arsenal -la otra institución en la que hay una confrontación de los hinchas con los dueños-, desde el palco del Old Trafford decidieron pasar página sin atender a las reclamaciones de una masa social de seguidores que acumula años de protestas por la gestión del club que está desarrollando la familia Glazer desde que asumiera el timón en 2005, meses antes del fallecimiento de un icono de la casa llamado George Best.
La resaca de la debacle de la Superliga conllevó el anunció de la dimisión, cuando acabe este curso, de Ed Woodward. El vicepresidente de la entidad británica ejerció de cabeza de turno para salvaguardar a los propietarios americanos. Y días después vería cómo un grupo de vándalos, que profesan fanatismo por el United, atacaron su vivienda como represalia por la aventura al proyecto comandado por Florentino Pérez y Andrea Agnelli. Horas antes, otro grupúsculo de radicales logró irrumpir en el centro de entrenamiento del conjunto mancuniano, en Carrington.
El episodio estuvo protagonizado por hinchas que portaban una pancarta con el lema "Glazers out" ("Glazers fuera"), el mantra que ha germinado en gran parte de la parroquia del equipo de Mánchester desde 2010, hasta el punto de constituirse en un movimiento sobresaliente de oposición a la directiva. El entrenador, Ole-Gunnar Solskjaer, y un puñado de jugadores hubieron a intervenir para convencerles de abandonar el recinto, permitiendo que la práctica se pudiera desarrollar con normalidad. Y lo lograron: los aficionados se marcharon con el cartel mencionado y con otro en el que se leía "Nosotros decidimos cuándo jugáis".
Esa misma frase es una de las que se han multiplicado este domingo en la invasión de Old Trafford que han llevado a cabo más de un centenar de fanáticos, decretando el aplazamiento del partido ante el Liverpool. El clamor contra los dueños, disparado desde el incidente de la Superliga, había desembocado en una multitudinaria manifestación -en torno a 2.000 personas se congregaron en los alrededores del estadio y en las puertas del hotel de concentración de la plantilla-. Aunque Woodward y Joel Glazer -el presiente- hubieran escrito, con retraso, sendas cartas de disculpa por el entuerto de la abortada competición continental. Poniendo el foco del planeta en las dudas que han germinado en relación con la era de esta familia estadounidense como mandatarios del United.
Dos figuras históricas del club, capitanes durante la gloriosa etapa de Alex Ferguson en el banquillo, apoyaron las protestas de este fin de semana. En una muestra descriptiva del ambiente en el que convive uno de los gigantes del balompié mundial. Gary Neville, que bajó a dar la mano a varios aficionados desde la cabina de Sky Sports -cadena que iba a retransmitir el encuentro-, aseguró esto: "Esto es una consecuencia de las acciones de los propietarios del Manchester United hace dos semanas. Hay una desconfianza generalizada y una aversión hacia los propietarios (...) Hay un gran descontento. Básicamente están diciendo que ya es suficiente".
"La familia Glazer ha sido terca durante muchos años. Piensa que el club que eligieron (los Glazer) en 2004 tenía el mejor estadio del país, probablemente uno de los mejores de Europa; el mejor campo de entrenamiento de este país, probablemente el mejor campo de entrenamiento de Europa; y que el equipo llegaba a semifinales, cuartos de final y finales de la Liga de Campeones con regularidad y ganaba la liga cada temporada o cada dos temporadas. Y mira al club ahora. Este estadio, si vas detrás de las cámaras, está oxidado y podrido. Es probable que el campo de entrenamiento ni siquiera esté entre los cinco primeros en este país. Y el equipo lleva 10 años sin llegar a semifinales de la Liga de Campeones y ocho años sin ganar la liga. Y el terreno de alrededor está sin desarrollar, inactivo y abandonado, mientras que todos los demás clubes parecen estar desarrollando sus instalaciones y la experiencia de sus fans", argumentó.
El afamado lateral derecho sentenció su reflexión así: "La familia Glazer está luchando por cumplir con los requisitos financieros y los aficionados dicen que se acabó el tiempo. Van a hacer una fortuna si venden este club de fútbol. Si lo pusieran a la venta ahora, creo que sería el momento adecuado y sería lo más honorable". Y le tomó el relevo Roy Keane, el emblemático mediocentro que se cansó de levantar trofeos en la década de los 90 como motor de los 'Red Devils'. "Ha habido una acumulación de tensión, ya sea por la emisión de entradas, la mala comunicación. Cosas que suceden en el fondo", avanzó el irlandés, que estaba en el vestuario cuando arribaron los millonarios norteamericanos.
"El liderazgo del club no ha sido lo suficientemente bueno. Cuando miran a los propietarios, sienten que sólo tratan de ganar dinero. Los aficionados del United miran a los Glazer y piensan que ya es suficiente", indicó. Y dejó este pensamiento sobre el asalto al estadio: "Lo hacen porque aman al club. Algunas personas no estarán de acuerdo con eso, pero a veces tienes que provocar un punto de inflexión para que la gente se dé cuenta. Esto saldrá a todo el mundo y es de esperar que los dueños del United se sienten y tomen nota. Estos hinchas son tremendamente serios y esto es solo el comienzo, os lo puedo garantizar".
Jamie Carragher, capitán referencial y de dimensión histórica del Liverpool, también se sumó al respaldo a las quejas de la hinchada. "¿Queremos ver a los aficionados irrumpiendo en los estadios y cancelando los partidos? No. Pero no soy alguien que se siente aquí (en la cabina de Sky Sports) y critique a los fans del United porque soy el Liverpool. Siempre habrá idiotas que se involucren en cosas como esta, pero lo que los fanáticos del United han hecho hoy creo que es, en realidad, algo bueno en términos de protesta y de no estar contento con lo que está sucediendo en el club".
Así las cosas, cabe recordar que Malcolm Glazer -patriarca familiar y el artífice de la compra del club inglés- adquirió la propiedad del United de este modo: se endeudó para comprar al Manchester y puso como aval al propio club. Por valor de unos 1.300 millones de euros, usando dinero de la propia entidad futbolística. Por ende, automáticamente colocó en una situación de riesgo financiero a uno de los equipos más valiosos y con mayor seguimiento de todo el planeta. En la misma noche en la que se publicó la maniobra, cientos de hinchas se desplazaron al estadio para mostrar su preocupación.
En los primeros años del presente siglo, los mancunianos todavía mantenían ese estatus puntero entre los aristócratas del balompié continental, pero los números describen una decadencia flagrante. Con más de 800 millones de euros de deuda -a razón de unos 20 millones de euros anuales en intereses adquiridos desde 2005-, los seis hijos de Glazer no están consiguiendo revertir el descalabro en las cuentas. Sus balances llevan lustros creciendo menos que los del Arsenal, City, Liverpool, Tottenham y Chelsea; es el quinto que menos crece de los 20 primeros clubes de la FA; y los ingresos comerciales se han desinflado ante la flagrante pérdida de respaldo por los malos resultado deportivos.
La receta de este resultado calamitoso se comprende repasando algunos aspectos. Woordward, que asumió el cargo de vicepresidente en 2012, es el ejecutivo que más cobra de toda la Premier -4,15 millones de libras anuales-. Su mandato ha culminado en que el monto en salario de futbolistas es de los más altos de Inglaterra, con un beneficio sobre venta terrible. Su política de fichajes ha roto con la tradición de apostar por compras asequibles, desarrollo juvenil y ventas jugosas. Han establecido el modus operandi de comprar muy caro -sólo los petrodólares del City les supera en este apartado- a jugadores que han tenido que vender muy por debajo de ese precio, debido a la devaluación de un equipo que ha estado años sin entrar en Champions. Y, para colmo, han salido a la luz tejemanejes que no dejan en buen lugar a los propietarios y alimentan la indignación de la hinchada -los hijos de Glazer se embolsaron más de 12 millones de euros, como comisión opaca, cuando se refinanció la deuda del club, hace 11 años y la empresa que posee al United está radicada en el paraíso fiscal de las Islas Caimán-.
Por todo esto nación y se ha tornado en gigantesco el movimiento "Glazers Out". En 2010, la afición constituyó la iniciativa de cambiar las camisetas rojas por atuendos con colores verde y dorado. Los que mostraba la elástica del club cuando se fundó. En 1878, como resultado de la voluntad del departamento de carga y mantenimiento de la ferroviaria Lancashire and Yorkshire Railway Company, en la localidad de Newton Heath, en Mánchester. El simbolismo de esta medida retrotrae, por tanto, a los tiempos en los que trabajadores locales del ferrocarril crearon un equipo que ha conquistado la leyenda. Con David Beckham dando la cara por este movimiento reivindicativo. Porque el que fuera club más rico del mundo lleva más de 15 años como uno de los más endeudados. Penando en el terreno de juego y en el plano financiero. Con unos dueños que han dado motivos de sobra para que la sociedad británica haya asimilado que su único interés en la gestión del United reside en forrarse -el patriarca nunca se implicó presencialmente, ni siquiera cuando ganó dos Premiers y una Liga de Campeones, hace más de 10 años-.