De Villarquemado a Dax, pasando por Torres del Río .... mucho que contar.

LEOPOLDO BERNABEU

Tras esa primera noche en la que se van despejando los nubarrones de una mente indecisa, acompañada con suerte de una lluvia relajante y una caminata matinal que me sitúa en la realidad de unas vacaciones distintas que no han hecho más que dar inicio, dejo atrás Villarquemado en Teruel, no sin antes haber disfrutado, o al menos haberlo intentado, de la carrera de Fórmula 1 haciendo malabares con la tecnología que un analfabeto como yo, puede disponer en las afueras de un pueblo de la España interior, tan sólo rodeado de casas en ruinas por el paso del tiempo. Una especie de milagro. Más todavía el del día siguiente, cuando veo que mi idolatrado Fernando Alonso ficha por Aston Martin.

Cada vez tengo menos dudas de que el viaje es lo mejor, mucho más que el destino. Es una brecha que abre enorme hueco en mi forma de entender el turismo y la aventura. Los kilómetros que me separan de mi siguiente habitación nocturna, no por ser conocidos, dejan de proporcionarme esa infinita felicidad que alcanza el cénit cuando se combinan el tiempo sin reloj, la paz conseguida, los deberes hechos, todas las cosas en su sitio antes de partir y la mejor música de los años 80, destacando A-Ha, algo de Álex Ubago y Romeo Santos. Por momentos me separo de la realidad y encuentro el sentido a una vida que es única y de la que ya no recuperas cada día que pasa. Son momentos mágicos en los que mi Mamá y mi perrita vuelven a mi mente. Esas maravillosas gotas de agua que me nublan la vista, no tienen precio.

Empieza a desparecer el sol cuando aparco de nuevo Autocaravana Vivir en Torres del Río, después de un trayecto en el que he podido ver la Iglesia del Pilar a lo lejos y los miles de viñedos que se perciben al bordear las carreteras riojanas y rozar Logroño. El albergue templario La Pata de Oca, que gestiona mi hermano Iván en este pueblecito de Navarra en pleno paso peregrino del Camino francés de Santiago, me abre sus puertas y en él me encuentro a Pirri, el gran alcalde de este minúsculo y precioso pueblo. Un hombre de los que todavía da sentido a la política y a los que muy de lejos pilla todo cuanto sucede en las altas esferas. Un rico plato de paella valenciana con el recuerdo cercano de los sanfermines y un sabroso pacharán autóctono, ponen punto y final a una jornada que se inició hace muchas horas.

Son las dos de la madrugada y me despierto muerto de frío. Como cambian las temperaturas, hasta el alba tapado con un edredón, y de ahí ruta al contrario del peregrinaje habitual por Sansol, Desojo, Espronceda y vuelta a Torres del Río. Quince kilómetros de prados y silencio que son tarjeta de presentación de lo poco que necesito para ser feliz. Mañana de lunes entretenida resolviendo los últimos flecos de una temporada de radio que ha dado para mucho y puso el broche de oro hace unos días. No consigo todavía desconectar del todo.

Y es que el verdadero viaje, el de verdad, está por iniciarse, pues nada tiene que ver la seguridad que te proporciona la tierra conocida, con aquel que está por descubrir, te saca del letargo, agudiza la imaginación y te genera una imprescindible incertidumbre que es, sin duda, la adrenalina con la que se redactan las nuevas aventuras. Dax, la ciudad de las termas en el sur de Francia, nos espera.

Nada mejor que un error inexplicable en la ruta para descubrir lugares desconocidos. Sin saber como, acabo parando ante un espectáculo visual inesperado, el embalse de Nagore. Unas fotos y algo de fruta para proseguir la marcha y quedarme boquiabierto cuando descubro que estoy, de nuevo, en Roncesvalles, último tramo español antes de ir a conquistar las Galias. Pasar por San Juan Pie de Puerto ya me avanza una postal de lo que voy a ir viendo hasta llegar a mi destino. Un ambientazo que nada tiene que ver con la visita que hicimos hace bastantes meses cuando la pandemia daba sus últimos coletazos. Hay hambre de vida y de Camino.

Si el deambular desde Benidorm hasta Torres del Río había sido tan bonito como siempre, ….. la profundidad de los valles, la altura de las montañas, los árboles y su arcoíris de verdes, más el abanico de colores marrones en los prados, no me daban tregua en mi recorrido hasta llegar a Dax, un excelente destino donde crear apasionados recuerdos en cualquier época del año gracias a su ubicación privilegiada en el suroreste de Francia, con un clima suave y unos entornos salvajes. 

De hecho, Dax pertenece a las Landas, primer destino termal de Francia gracias a cinco ciudades que la rodean en esta región de Nueva Aquitania, la más extensa de toda la nación. Sus aguas y sus barros con propiedades curativas son conocidas desde la Antigüedad. He visitado todo su casco antiguo y me han encantado su catedral de estilo clásico, las murallas romanas construidas allá por el siglo IV, la plaza de toros y su impresionante cartel para estas próximas fiestas que empiezan el día 11, la estatua del famoso marino Jean Charles de Borda, la Fuente Caliente cuya agua sale, literalmente, ardiendo, y las termas que dan fama a la ciudad... todo un espectáculo visual al que hay que dedicar su tiempo.

La historia dice que esas propiedades curativas tienen su origen en una antigua leyenda que habla de un perro con reumatismo que fue abandonado por la Legión, y que a su vuelta de la guerra lo encontró revigorizado por los beneficios del barro depositados por el río. Así nació el termalismo, y terminó mi visita a Dax.

Que porque no he hablado de mi caminata diaria. Fácil, la Autocaravana es una casa y como tal, tiene sus problemas. El que me he encontrado hoy me ha tenido entretenido desde bien temprano. Solucionado o no, prosigamos con la aventura.