"Con el sudor de los de abajo": la delirante teoría de la economista expodemita que demoniza a Juan Roig y Pablo Isla

Con relativa frecuencia surgen mensajes populistas que se aprovechan del descontento social para incidir en una supuesta brecha injusta entre la "clase trabajadora" y los grandes empresarios. Hace unos días, este mismo discurso fue enarbolado por una economista de tendencia izquierdista a través de su perfil de Twitter, lo que ha generado polémica y miles de comentarios.

La tuitera, Carmen Lizárraga, fue diputada de Podemos en el Parlamento de Andalucía en la anterior legislatura. Posteriormente, abandonó la formación morada y en las elecciones generales de 2019 se presentó como cabeza de lista de Más País en la provincia de Málaga, donde apenas obtuvo un 2,19% de apoyos.

Esta economista ejerce como profesora en la Universidad de Granada. Según el portal de transparencia de Podemos, su salario como personal docente e investigador se situaba en 36.645,85 euros en el año 2014, es decir, 3.053 brutos euros en 12 pagas (o 2.617 euros en 14 pagas) procedentes del erario público. Sin tener en cuenta sus circunstancias personales o familiares, Lizárraga se habría estado embolsando unos 2.000 euros limpios cada mes, una cifra que supera los salarios de los trabajadores de Mercadona o Inditex que tanto presume defender. Entonces, ¿su sueldo también procede del sudor de los de abajo? Lo que es innegable es que se le ha pagado gracias al dinero de los contribuyentes.

Mentiras y trampas

En relación con el tweet, observamos, en primer lugar, cómo la economista plantea los datos de manera tramposa, al mezclar los sueldos mensuales de los trabajadores con los salarios anuales de los directivos. Además, utiliza datos desactualizados sobre el sueldo del presidente de Inditex. Concretamente, Pablo Isla cobró 6,2 millones de euros en 2019, no 10,69 millones como dice, que fue su retribución de 2017.

Además, las dos empresas que menciona ofrecen condiciones muy atractivas para sus trabajadores. En concreto, las condiciones de Mercadona son las mejores del sector de supermercados, con un sueldo base de 1.328 euros mensuales, al que añaden importantes incrementos ligados al IPC y la antigüedad. En el caso de Inditex, además de ofrecer salarios superiores a los de la competencia, reparte anualmente parte de sus beneficios a los trabajadores en forma de bonus ligado a resultados, y cuenta con otras políticas de bienestar laboral, como las jornadas reducidas (sin menoscabo en el sueldo) para los más veteranos. Mercadona, además, repartió un plus el pasado mes de marzo a su plantilla por el esfuerzo realizado ante el coronavirus.

En España, el nivel de empleos de estas compañías es estratosférico. La valenciana cuenta con 90.000 trabajadores en nómina y la gallega, con 50.000 trabajadores. Su contribución a las arcas del Estado también es digna de mención, aunque Lizárraga lo ignore: Mercadona aporta un 1.596 millones de euros en impuestos e Inditex, la friolera de 1.874 millones.

Clase capitalista y clase proletaria

Por otro lado, la persecución a las grandes empresas carece de sentido, ya que debemos tener en cuenta que son precisamente las grandes compañías, y no las pequeñas, las que ofrecen salarios más elevados, como observamos en el siguiente gráfico.

Más allá de esto, la economista parece plantear un conflicto en términos marxistas entre clase capitalista y clase proletaria. Sin embargo, este discurso es problemático.

En primer lugar, se obvian los esfuerzos del empresario a la hora de arriesgar su dinero y poner a disposición el capital físico y tecnológico de las empresas, incluyendo maquinaria, edificios, etc. De hecho, cabe destacar que crear un negocio en España es una actividad de alto riesgo, ya que, el primer año de vida, las compañías tienen una tasa de supervivencia del 77,4% o inferiores y al tercer año apenas siguen abiertas la mitad -el 55,4%, según el INE-. Además, solo el 5% de los españoles quieren ser empresario. Si fuera tan fácil crear una empresa tan rentable como Mercadona o Inditex, todo el mundo querría -e intentaría- hacerlo.

Por tanto, Carmen Lizárraga, como profesora de economía que es, debería saber que la función empresarial no solo es la verdadera creadora de riqueza de la sociedad, sino la más arriesgada. Si queremos lograr una sociedad con mejores condiciones laborales, la receta pasará por apoyar el emprendimiento, permitir que las empresas crezcan en tamaño y, sobre todo, poner fin a la demonización de la figura del empresario.