Cayetana, el antídoto contra el sorpaso de Vox

En Génova la conocen por 'la rubia'. Los mismos que a Teo le llaman 'amo'. Intrapullas de partido, chascarrillos de corrala. Cayetana Álvarez de Toledo y Teodoro García Egea protagonizaron el verano más tórrido y convulso que se recuerda en la derecha española. La primera salió por la ventana y el segundo subió en el ascensor. Cambio de papeles en el barómetro de los afectos del jefe. La portavoz del grupo parlamentario dejaba el cargo y el secretario general se hacía con el control del aparato. Ahí arrancó la metamorfosis del 'nuevo' PP. 

"El señor Casado considera que mi concepción de la libertad es incompatible con su autoridad". Era la mañana ardiente y pandémica del 17 de agosto. Álvarez de Toledo, seria y firme como una cariátide, protagonizó a las puertas del Congreso una rueda de prensa antológica. Acababa de perder los galones y se despachó a gusto contra el general. "Un partido no debe ser un Ejército". Todavía a estas alturas se desconoce si fue cese o dimisión. Lo mismo da. Desde entonces, CAT ejerce de diputada rasa sin derecho a calentar su escaño. Caprichos de la covid. Y de Cuca, su sucesora. Ahora es una outsider que emite por YouTube reflexiones y proclamas muy seguidas por la afición. Raramente coincide con la línea oficial del partido. 

"En dos días nadie se acordará de ella", aventuraban en los pisos altos de Génova. CAT ha cultivado la prudencia, ha guardado las formas y ha evitado las polémicas. Promovió un mensaje coral de 'viva el Rey' el día de la Fiesta Nacional y deslizó su postura abstencionista en la moción de censura de Vox. Se la vio en los toros en Córdoba. No mucho más. 

En contra de la versión oficial, quizás alguien la echa de menos. Los cronistas parlamentarios, por ejemplo, afilaban su estilete en la sesión de control con esos cuerpo a cuerpo con Carmen Calvo o con Pablo Iglesias. Material de primera. Un chollo para el analista y carnaza para el estilista. Momento cumbre fue el directo a la quijada que le propinó al líder de Podemos, en respuesta a una bromita chusca sobre 'la marquesa'. La respuesta fue feroz: "Usted es el hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece usted, a la del crimen político". Temblaron los leones de las Cortes y a la presidenta Batet se le cayeron las ligas. Tanto, que en contra del criterio de la oradora, decidió borrar la peliaguda frase del libro de sesiones, cacicada que ahora dirime el Constitucional. Quizás esas palabras han marcado el destino político de CAT.

Claro que se la echa de menos. Mientras la oposición exhibe y jalea a sus bestias pardas, a sus fieras corrupias, a los echeniques, lastras, rufianes, a los pisarellos y no enmendallos, a los perros de presa de Otegi, semovientes malignos de mirada torva y flequillo a hachazos, en el PP han optado por la línea tranquila, la mesura y la ponderación. 'Búsqueda de la centralidad' se denomina la figura y la inauguró Pablo Casado en su desmesurado discurso contra Santiago Abascal. Unos atizan, con saña rabiosa, y el PP resiste y calla. Es la estrategia. En los sondeos no le va mal.

Salvo, eso sí, en las catalanas, primera cita electoral del nuevo año. El PP salió muy airoso en Galicia merced al imbatible Núñez Feijóo. Resultó malherido en el País Vasco, donde ya no pinta nada. Para las autonómicas de Cataluña no hay excelentes presagios, aunque poco importa. El PP siempre ha sido allí un comparsa inútil. Ahora hay un factor de incomodidad añadido. Se presenta un invitado de última hora, algo impertinente, que puede convertir el tradicional drama en tragedia. Vox aspira a debutar en el Parlamento catalán pisando fuerte. Muy fuerte. Una pesadilla para el PP.

Presencia activa en campaña

Todos hablan del sorpaso de Abascal. En especial, tras la fulera decisión del Casado de no concurrir con Ciudadanos. Una arriesgada apuesta que puede favorecer a Vox en una comunidad donde se le espera con ansia. Ahí es cuando reaparece Álvarez de Toledo. O debería. El PP catalán, liderado por Alejandro Fernández, el mejor de los candidatos que competirán por la Generalitat en febrero, cuenta con ella. Es diputada nacional por Cataluña, buena amiga, comparte ideales, perspectivas, propósitos y posiblemente es el antídoto que necesita para frenar al combativo Abascal. Cuando se pregunta si será activa en la campaña, se responde: participa en las actividades del PP "como cualquier otro cargo público del partido". O sea, que sí. 

Álvarez de Toledo y Ayuso formarían ese tándem poderoso con el que sueñan los 'populares' catalanes. Un valladar frente a Vox y un atrapavotos de Cs. La presidenta madrileña pasó hace días por Barcelona y dejó notable huella. Algo más que las escapadas de los viernes de Pablo Casado, obstinadas y tenaces, que apenas despiertan interés salvo en dos o tres paisanos dedicados a la holganza o picados de curiosidad. No es su plaza. 

El tertuliano habitual -necio e indolente- corea que CAT se sitúa ideológicamente en el entorno de Vox. Una sandez. Nadie como ella ha combatido a Vox con tanta brillantez y dureza -sin rebajarse a la puñalada rastrera- desde las posiciones de la derecha liberal. Aún se recuerda el mitin con el que el PP cerró la campaña de las nefandas generales de abril del pasado año. Fue en el Palacio de los Deportes de Madrid y CAT se estrenaba como telonera del gran jefe en un recinto desbordado de entusiasmo. Estuvo contundente, certera, ingeniosa, brillante. 'Des-co-mu-nal', cantaba la parroquia. "Vox se presenta virilmente de derechas y como la derecha pata negra. Pues bien, cojean de las dos patas. Es el partido fácil, el escapismo de la utopía, la ignorancia de la realidad. Se parece más a la izquierda". 

Dos incógnitas por despejar

Ese es el tono y el argumento que precisa el PP para no ser barrido en Cataluña. En el cuartel general de Abascal ya avisan de que contra Cayetana, el sorpaso quedaría tan sólo en empate. En las generales de diciembre, Abascal se quedó a tan sólo 43.000 votos del PP. A quien sí parece que desbordarán es a Podemos, que se hundirán hasta el subsótano. Poco le importa a Iglesias, tan pancho en su sillón del Gabinete con tres años por delante. O más.

La campaña catalana, pese a los recelos de Génova, podría ser la resurrección, siquiera fugaz, de CAT, la mente más despierta y la lengua más pulida de la derecha, la que envía a totalitarios y golpistas al montacargas del infierno. En Génova mirarán hacia otro lado. No pueden despreciar su mejor arma en una contienda perdida de antemano. Las elecciones catalanas, nadie se engañe, tan sólo van de despejar dos incógnitas: si los independentistas superan el fatídico 50 por ciento y si Vox se impone finalmente al PP. Sobre la libertad, la prosperidad y el bienestar de los catalanes, ya si eso, en otra ocasión.